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Que el TAMAÑO preocupa no es nada nuevo. Lo que sí es novedoso es comprobar cómo ese punto flaco de los hombres se puede convertir en un timo tan ingenioso como rentable. Y la cosa funciona más o menos así:

1. Un hombre (llamémosle Paquito) vive acomplejado. El tamaño de su miniyo es realmente mini.

2. Paquito abre una revista. Y un anuncio parece ofrecerle la solución: un aparato que promete “alargar” su cosita de tal forma que su novia ya podrá llamarle Paco. Y asegura que es infalible.

3. Paquito nota cómo vibra su corazón pero claro, sabe que estas cosas son caras. Sin embargo, el precio está en promoción. Un precio realmente asequible. Casi ridículo.

4. El bajo precio le hace sospechar que igual el fantástico aparato no funciona muy bien. No obstante, existe también una noticia sugerente: la marca que fabrica el alargador garantiza en sus bases legales que “si no está satisfecho, le devolvemos el dinero a cambio de la devolución del aparato”.

6. Paquito se decide. Es una cuestión de orgullo. Recuerda las miradas de reojo que tiene que aguantar los martes en el vestuario tras cada partido de la liguilla de futbol. Rememora la risa mal disimulada del fantasma de Josito, que aunque también es conocido por el diminutivo, va bien surtido.

7. Dos semanas más tarde Paquito recibe en casa un discreto paquete. Lo abre en la intimidad de su baño. Allí descubre un artilugio aparatoso. Muy aparatoso. Del extraño dispositivo parecen colgar muchas correas, plásticos y cierres. Parece un instrumento de tortura. El papel de instrucciones que lo acompaña no lleva dibujitos como los de la Stolmen de Ikea, con los que está tan familiarizados; sólo algunas frases largas y pomposas.

8. Finalmente Paquito consigue colocarse el alargardor. Para disimular deberá vestir un pantalón tres tallas más grandes. Durante unos cuantos días, lo pasará realmente mal y comprobará frustrado, cinta métrica en mano, que el dichoso aparato NO FUNCIONA.

9. Apesadumbrado y dolido, Paquito decide que le han tomado el pelo y se dispone a devolver el artilugio. Los responsables le aseguran que no hay ningún problema, que le enviarán un talón con el importe del dinero abonado (Si creéis que el timo es que no le van a devolver el dinero, no vais bien encaminados. Sigamos).

10. Paquito recibe un talón en su casa. Feliz, comprueba que está a su nombre: Francisco José Alegre Corneta. Disparado sale al banco a cobrarlo.

11. Por el camino, algo detiene a Paquito. Una frase en la que no había reparado le hiela la sangre: Concepto: Alargador de pene. Así, tal cuál.

12. Paquito está ya en la puerta del banco. No puede entrar. No encuentra valor ni siquiera cuando comprueba que en vez de su cajera habitual, Almudena, está el soso de Peláez atendiendo a los clientes.

13. Y Paquito decide que tampoco es tanto dinero. Que no viene de ahí. Y que quizás es verdad que no es muy grande… pero que juguetona lo es un rato.